No se puede saber por qué
Aguafuerte, aguada bruñida y punta seca (126x178 mm).
Con un mensaje muy similar a la estampa anterior, el pintor de Fuendetodos nos muestra así su rechazo a la política ejercida por el nuevo gobierno en la ciudad de Madrid, que buscaba erradicar la tenencia de armas de cualquier tipo por parte de sus habitantes. Esa parece haber sido la culpa cometida por los fallecidos en el garrote que se nos muestran, pues al cuello de la mayor parte de ellos penden diversos ejemplos de armas. De los demás, no sabemos el motivo, pues Goya ha preferido no dejarlo escrito en el panel de sus cuellos, dando a entender la insignificancia del mismo, lo que coge mayor fuerza al interpretar en este sentido el título de la obra.
En los rostros apesadumbrados de los fallecidos se deja patente la crueldad de la práctica ejercida y el rechazo que Goya siente hacia la misma. De nosotros como espectadores, espera nuestra reprobación, nuestra condena, en base a la inocencia que, según pensaba, mostraban realmente aquellos reos. Más de cuarenta ajusticiamentos quedaron recogidos, entre 1810 y 1812, por el Diario de Madrid, los cuales tenían lugar en ceremonias públicas con un alto valor ejemplarizante.
Las cruces de sus manos nos dan a entender que aquellas personas murieron en comunión con la Iglesia. En los autos de fe de la Inquisición, los condenados sostenían un cirio apagado, simbolizando la oscuridad infernal a la que estaban abocados, hasta que en el momento de su reconciliación se les encendía, manifestando así su retorno al seno eclesial. En el juicio que aquí vemos, no es una cuestión religiosa la que da lugar al crimen: es el Estado el que suple a la Iglesia y se erige como el máximo legislador.