Aguafuerte y punta seca ( 131 x 193 mm.)

El título de este grabado contiene una importante carga de ironía puesto que hay poco de caridad en los semblantes de los que arrojan los cadáveres a la fosa. Este gesto humanitario  se convierte  en algo violento, y hasta cierto punto mecánico, cuando miramos los cadáveres amontonados junto al agujero, la fragilidad y levedad de los cuerpos en manos de esos paisanos que los echan ayudándose de picas para empujarlos.

En segundo plano se puede ver a un personaje en pie que mira al vacío con gesto preocupado y que podría ser un autorretrato de Francisco Goya, ya que es probable que tuviese ocasión de ver personalmente alguna escena de este tipo y hacer algún apunte del natural.

Enterrar a los cadáveres era obligación de ambos ejércitos. En el Compendio de Reflexiones militares, que se publicó en la madrileña Imprenta Real en 1787, Juan Senén de Contreras resumía así los motivos que daba el Marqués de Santa Cruz: "Porque el aire no llegue a infectarse y a causar epidemia en el País o tropas luego que el General gane la batalla, mandará que los paisanos de los Pueblos vecinos acudan con zapas y palas a enterrar los cadáveres [...] y destinará personas que atiendan a que sean profundos los fosos o pozos, para que poniéndose mucha tierra sobre los cuerpos, no los desentierren los perros, cochinos u lobos, ni el hedor transpire [...] También hará el General dar sepultura a los cadáveres del Ejército contrario, no sólo por la expresada razón de que no se corrompa el aire, sino por ejercitar la piedad y adquirir el agradecimiento de los enemigos".