organo di campane

Degl'Istromenti sonori per la Percussione

ÓRGANO DE CAMPANAS. De los instrumentos sonoros de percusión.

"El sonar de las campanas es tan abundante y misterioso que para explicarlo se necesitaría un volumen muy grande. Léase a monseñor Angelo Rocca, que escribió un largo y erudito tratado. Aquí basta observar brevemente lo que se lee en el capítulo quinto, es decir, que las campanas por antigua y loable costumbre, se bendicen y consagran según la regla prescrita en el antiguo orden romano; por eso, como subrayó Rocca, no deberían tocarse sino por los clérigos vestidos de sobrepelliz. Si se permite tocarlas a los laicos, sólo es porque las más grandes no se podían mover, siendo su peso superior a las fuerzas de los clérigos, que a menudo son jovencitos y no robustos..."

"...por lo tanto se debe censurar el abuso de quien se sirva de las campanas consagradas y ungidas con el Sacro Crisma para usos profanos o fiestas teatrales, pero no si no hubiesen sido consagradas y nada más tengan forma de campana. Por eso es loable la sinfonía que en algunas partes de Alemania y Flandes se toca mediante los relojes, cada vez que se cumple la hora, con la ayuda de ruedas y pesos de los que reciben el movimiento. Véase a Rocca, quien refiere acerca de la armonía del reloj de Lieja, así como del órgano compuesto por treinta y tres campanas movidas por un teclado como de órganos o de clave, y dispuestas como él enseña; también lo relatan Maggi y Mersenne, y aquí nosotros lo ponemos".

El carillón se desarrolló en los Países Bajos. Hacia el año 1500 se tocaban las campanas desde el teclado, y un siglo después se añadió  la pedalera. 

Izquierda:

F. Marini Mersenni Ordinis Minim. Harmonicorum libri : ad illustr. virum Henricum Ludouicum Habertum Mommorum. Lutetiae Parisiorum : Petri allardi typographi regij, 1636

Derecha:

De campanis commentarius a F. Angelo Roccha : ad sactam ecclesiam catholicam directus in quo multa non minus admiratione ac scitu digna, quam lectu iucunda in ecclesia Dei reperiri narratur. Romae: apud Guillemum Facciottum, 1612