Una dosis de espanto

La publicación de relaciones de casos maravillosos, espantosos o prodigiosos proliferó en 1621, año en el que al conflicto político, curiosamente, se unían la manifestación de señales en el cielo —como las aparecidas en La Rochelle, en París, Lyon, Montpellier o Nimes—, presencias demoníacas, o desastres naturales.

A diferencia de las relaciones histórico-políticas, de carácter triunfalista, estos textos noticieros dejan vislumbrar la vida cotidiana real, sus peligros y el temor al castigo divino. Así, nos encontramos desde relatos de hechos reales, desastres naturales, desgracias personales o crímenes, hasta sucesos totalmente inverosímiles y fantásticos, que en todo caso fueron aprovechados por las autoridades eclesiásticas y políticas para adoctrinar a la población y estimular tanto el sentimiento patriótico como la piedad.

Formalmente, las relaciones de sucesos espantosos, escritas en prosa o verso, suelen difundirse en hojas volantes o pliegos sueltos e incluir una ilustración que funciona como reclamo y sirve de apoyo visual al testimonio relatado, al tiempo que lo dota de un atractivo especial.

Esta temática despertó gran interés como atestigua la extraordinaria difusión de algunas, resaltada ya en los impresos, en la portada o en el colofón; así, por ejemplo, la Declaración de los sucesos y monstruos espantables que han aparecido en el aire encima de la villa de la Rochela fue impresa en Lyon y Tolosa, y traducida de francés en castellano, lo que, sin duda es buena muestra de la expectación generada. El uso político y editorial del sensacionalismo y el gusto del público por el tremendismo eran patentes ya en esta época.  

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