Siglo XXI

La era digital está marcada por el impacto de las nuevas tecnologías que, sin embargo, no socavan la vigencia del cartel. De hecho, el cartel en la actualidad se caracteriza por su pervivencia en el espacio urbano y su adaptación a la nueva realidad; así, coexisten fórmulas tradicionales (carteles de papel en muros) con las más sofisticadas y novedosas (pantallas a color, interactivas, etc.). En consecuencia, podemos hablar de la vigencia del cartel, a pesar de la saturación, contaminación visual y restricciones en el contexto actual. No obstante, gran parte de su impacto se produce en el medio online y es que el cartel digitalizado presenta algunas ventajas, como la posibilidad de interactuar con el sujeto, e incluye más posibilidades (código QR), más resolución y una duración mayor. Además, permite una difusión más rápida y eficaz, y la facilidad de actualizar y conservar, frente al deterioro usual en el exterior. De esta forma, el cartel no sólo sigue siendo altamente demandado, sino que sabe aprovechar bien las nuevas tecnologías y formas de comunicación, toda la imponente cultura digital, para hacerse aún más presente en la vida cotidiana de la ciudadanía. En las décadas iniciales del siglo, ha mostrado, una vez más, sus muchas posibilidades y su permanente adaptación a los cambios sobrevenidos, en los que además siempre tiene algo que aportar. 

Los atentados en Nueva York en septiembre de 2001 y la invasión de Irak en 2003 llevan a un apogeo del cartel político, muy diversificado, en tanto la gran crisis económica mundial iniciada en 2008, profunda y larga, lleva a un cartel reivindicativo que llena espacios públicos, pero en especial circula por las redes. Se impone un cartel rápido y por lo general sencillo -que posibilita el cartel réplica, una modalidad del «meme»-, pero que no renuncia al fotomontaje, tan facilitado ahora por la técnica. Quizás donde se observa una mayor innovación es precisamente en el cartel político, con importantes aportaciones en este siglo, como el de “Hope” de Obama para las elecciones en EE.UU. de 2008, o los carteles improvisados por parte de la ciudadanía en movimientos de protesta sociales, como los del 15M en España; fugaces, críticos, ocurrentes, que se distribuyen con rapidez de forma online. En este sentido, gana relevancia el papel activo del votante o simpatizante como cartelista, que crea y comparte sus diseños. Igualmente, las ONG’s ganan protagonismo como emisores de mensajes críticos. En 2022, ante la guerra inesperada en Europa cuando Rusia invade Ucrania, surge un cartel doble, por un lado, contra el invasor y en defensa del invadido, por otro lado un cartel pacifista, contra la guerra misma.

El cartel comercial, a su vez, ofrece su propio desarrollo. En tiempos de crisis aguda, de inflación, se anuncia la rebaja, el producto oferta, la oportunidad. El cartel en el propio establecimiento o su periferia cobra nueva importancia. Aquí tendremos un cartel complejo, a menudo lleno de números e imágenes, que cumple su función, atraer e informar. En cuanto al cartel de cine, también se digitaliza, pero sigue habiendo la necesidad de un referente visual en el punto de venta del producto (las salas de cine), dada la no materialidad física del producto-filme.

De cara al futuro, la situación a la que se enfrenta el cartel es de transformación y continua adaptación, algo que se pudo experimentar durante la pandemia causada por el COVID-19, cuando el cartel se desplegó como un enorme abanico universal, cumpliendo distintas funciones. En los periodos de confinamiento durante 2020, cuando las ciudades quedaron desiertas y la población tuvo que permanecer en sus viviendas, los carteles en muros, marquesinas y vallas fueron suplantados por aquellos que se compartieron en las pantallas y los que se colgaron en ventanas y balcones, con mensajes de esperanza, ánimo y agradecimiento. El cartel seguirá, por tanto, de una forma u otra, siendo testigo y reflejo de la historia e incorporando a sus recursos de siempre otros nuevos.