Orígenes y carteles premodernistas
A la hora de hacer referencia a los orígenes del cartel, hay que situarse a finales del siglo XIX, cuando confluyen una serie de condiciones técnicas, sociales y económicas que favorecen su nacimiento tal y como lo conocemos hoy en día. No obstante, sí puede hablarse de los antecedentes del cartel en algunas manifestaciones de siglos pasados, como los frescos en muros acompañados por texto que desde el siglo VIII se realizaban en China o algunos ejemplos del Imperio romano. De hecho, en el caso de la Roma clásica, ya se contó con cierta organización en cuanto a la ubicación de los carteles, que presentaban una diversidad de formatos y soportes (cartel pintado en muros, papiros y pergaminos), así como en los temas anunciados: lucha de gladiadores, obras de escritores, las Acta diurna urbis, campañas electorales, etc. Y se produjo igualmente la profesionalización y división de tareas, siendo una muestra de la importancia de dicha forma de comunicación en la sociedad romana.
Uno de los avances clave que determinaría la evolución del cartel es la invención de la imprenta en torno al año 1440; con ella surge el cartel impreso, que se beneficia de las consecuentes ventajas en cuanto a su capacidad de reproducción de copias. En este sentido, destaca el trabajo de pioneros como Caxton, en cuya imprenta se imprimen anuncios propios de la época, como los avisos “si quis”, las curas termales en Salisbury, o los populares carteles del teatro británico. Como ocurre con todo nuevo medio de comunicación, pronto comenzaría la regulación del cartel por parte de los gobiernos (como en Francia) y su uso por parte de la Iglesia católica, que populariza los carteles de indulgencias.
Durante los siglos XVII y XVIII se consolidan modelos de carteles que serían muy imitados y se produce la especialización en cuanto a su temática: cultos, de conciertos, de eventos, etc., destacando especialmente los de teatro o circo. Es significativo también el cartel-edicto (para las ordenanzas de los gobiernos) o el conmemorativo. Formalmente son composiciones en blanco y negro, con mucho texto y pequeños grabados.
Las revoluciones de finales del s. XVIII y s. XIX dan origen al cartel político, improvisado en su realización, pero popular y decisivo en los acontecimientos, al estar repleto de símbolos y eslóganes. Fue usado tanto por dirigentes como por opositores (tal y como sucedió con la propaganda por parte de Napoleón y la reacción en los carteles antinapoleónicos). Tras la Revolución Francesa, el cartel político sigue rumbo independiente, pero paralelo al comercial. Así se observa en los de la Guerra civil de EE.UU. que promocionan el alistamiento; concretamente los de la Unión, en los que se observa mucho texto y grabados bicolores de águilas, escenas de batallas, efigies de héroes… En Francia, durante la Comuna de 1871 surge un cartel político diferente; urgente, con mucho texto y poca imagen, como ejemplifican los carteles electorales de Víctor Hugo.
Hasta la llegada de la litografía, se mantiene el modelo del cartel tipográfico, pero los carteles ya llenaban los muros de grandes ciudades, como París o Londres, llegando a provocar incluso saturación urbana. El desarrollo de la litografía de Senefelder provoca una rápida expansión y popularidad, con la apertura de establecimientos litográficos por toda Europa y América. No obstante, la verdadera revolución llegaría con la cromolitografía de Engelmann en 1837; el cartel se convertiría en un instrumento persuasivo de la publicidad, dirigido a una sociedad más urbana, sofisticada y exigente. Esta nueva técnica de reproducción retribuye en la calidad de los carteles, favoreciendo la incorporación del color y de ilustraciones complejas, el aumento considerable de su tamaño, así como la multiplicación de temas. Algunos ejemplos los encontramos en el cartel español de “Chocolates y Dulces Matías López” o los primeros carteles turísticos a color, muy vistosos, por parte de la agencia Thomas Cook, así como los carteles de hoteles como el Excelsior de Niza, o de empresas de ferrocarril, como el Orient Express que anuncia viajes hacia destinos exóticos. Durante un tiempo, no obstante, se produjo la convivencia de ambos modelos de cartel.