SUEÑOS EN BLANCO Y NEGRO (2020)
Pablo Góngora Robles
Roma, ¿ciudad de ensueño?
¿Más bien, falsa ilusión?
Soñar en blanco y negro
siempre es mejor.
Marcello Rubini,
suerte de Casanova,
nos da esta lección.
El señor Rubini se codea
con ricachones, productores
y deslumbrantes estrellas.
Repta por esta jungla de
fiestas, ruido y asfalto.
Cigarrillo tras cigarrillo,
amante tras amante,
colillas y despechos,
ceniza y más ceniza.
Elegantes clubes,
pegados bailes.
Furiosas broncas,
dolorosos golpes,
peores rupturas.
¡¿Qué más da?!
¡Foto y a cobrar!
Los ángeles, las alas abren.
Los demonios, los ven caer.
En su descenso al Infierno,
preguntas, flashes y tormentos.
¿Dónde quedó el glamour ?
¿Y dónde la buena fama?
En una casucha inundada.
Roma, ciudad de encanto,
más sombría y sórdida.
En tus viejos senos
acoges a la farándula
sin nunca olvidarte
de putas y chulos,
artistas y filósofos,
pobres y currantes.
Reza, Emma, reza.
Suplica, roga, implora.
Ni el Todopoderoso
hará que el canalla
su corazón te abra.
Maddalena, tu vacío en el pecho
no lo llena una gran cartera.
Gafas de sol, sonrisa discreta,
buena ropa y bonito coche...
¿Qué tal duermes, Maddalena,
apaleada, sola y en la noche?
Pobre Steiner, pensar en el futuro
te convirtió en voraz Saturno.
Sueño, razón y monstruos...
¡Qué agudo, querido Goya!
Sylvia, dulce y pura rosa
entre ramilletes de plástico.
Con tu alegría e inocencia
tratas de huir de tu sino,
pues eres una Dafne,
y Apolo, tu prometido.
Danza, baila descalza,
a los pies de la Luna.
Denle rock and roll
a esta loba herida,
que a la Luna aúlla
y al corazón susurra.
Fontana de Trevi, lugar de promesas;
tantas fortunas e ilusiones ahogadas...
Roma, el hogar del milagro,
lugar de la magia y la sorpresa,
también de miseria y cruel realidad.
Entonces, ¿ciudad de ensueño?
Quizás, un paraíso perdido.
Tal vez, promesa imposible,
inalcanzable como Sylvia.
Soñar en blanco y negro
siempre es mejor.
Federico Fellini,
eterno director y
despierto soñador.
Golden Dream (2020)
Marina Morales Romero
Marcelo Rubini personifica un estilo de vida pasional, nocturno y desenfrenado como un joven periodista de gran carisma que logrará desenvolverse con maestría en las relaciones sociales. Marcelo ejerce un inevitable magnetismo sobre la mujer y a su vez desglosa su propia identidad a través de ella: pasando por la angelical Paola, la posesiva Emma y la superficial Maddalena; conviene destacar el papel de Sylvia, diva de cine que encarna el ideal de belleza femenino. La estrella se desenvuelve con gracia, como una verdadera visión del sueño que revela al protagonista los límites y lo efímero del placer alcanzable a través del lujo y la apariencia de La dolce vita. El periodista termina así derrotado, eclipsado ante el encanto de la joven actriz que toma el control de la escena.
El cartel captura ese momento de fusión aparente, de pasión y ternura insinuada donde identificamos los rasgos de la diva junta apenas un esbozo masculino. Se opta por una estética minimalista e inspirada en la carcelería de la serie de televisión Mad Men, también ambientada en la dinámica de los años 60. Finalmente la esencia de la película se transmite con solo cinco colores y algunos contornos inacabados que incitan a conectar los elementos como la propia obra.