Bienvenidos al Cartel de cine
Entre la invención de la cromolitografía en los albores del XIX y la segunda década de este siglo XXI de cultura digital ya asentada median dos siglos. Si consideramos el Bal Valentino del francés Jules Cheret, impreso en 1869, el inicio del cartel moderno –lo cual sería aceptable en Europa y no tanto fuera de ella-, apenas ha transcurrido siglo y medio. Tiempo desde luego suficiente para que en el mundo hayan aparecido muchas decenas de miles de carteles diferentes, bien comerciales o propiamente publicitarios, bien propagandísticos. Hoy, cuando la expansión del sistema audiovisual parece arrinconar un débil medio de papel como el cartel, éste sigue vigente, aunque tanto hayan cambiado rasgos y utilidades.
Frágiles siempre, mal conservados por lo general, despreciados con demasiada frecuencia por los museos, expulsados como intrusos de algunos ámbitos que rechazan publicidad o propaganda tan visible, los carteles subsisten, se adaptan en su sencillez a nuevas modas o gustos y nuevas tecnologías, ganan el ordenador sin perder el muro, mantienen su sitio en un panorama de soportes publicitarios cada vez más complejo.
Tienen su historia. La tienen desde que asoma la imprenta, antes incluso, pero sobre todo desde que se configuran la sociedad industrial y la democracia liberal, en las que comienza a desenvolverse con comodidad. Esa sociedad y esa democracia han ido transformándose y el cartel ha ido caminando a su vez adherido a ellas, reflejando tanto la evolución del arte -del que algunos lo ven cual hermano menor- como de la economía, pero también de las ideologías y de las culturas.
Carteles que han sido eficaces un día, cumpliendo su función de alertar, atraer e informar en algún lugar escondido o carteles que han llenado durante años el mundo, lo mismo dormitorios juveniles que estaciones de ferrocarril.
Acerquémonos a ellos a través de los fondos de la Biblioteca de la Facultad de Comunicación. Admiremos su diversidad, recorramos sus etapas, observemos su uso, le abrimos una puerta a una realidad sorprendente.
Y si le atraen los carteles de cine tiene además muchos libros para escoger. Ahí están esos «Affiches du cinéma fantastique», de Gérard Mangin, o los «Musical movie posters» reunidos por Richard Allen y Bruce Hershenson, sin olvidarnos de «El cartel de cine en España», de P. Baena Palma. O sencillamente asomemonos al« Worst movie posters of all time», de Gregory J. Edwards y Robin Cross. Cine clásico, cine de terror, cine de cowboys, cine de los años dorados de la Metro Golden Mayer,… Lo que prefiera.
Y no nos preocupemos si de pronto caemos en la cuenta de que hemos sido atraídos, encandilados, envueltos por ese mundo. El cartel es color, imaginación, llamada, vida. No es extraña la fascinación.