EL WESTERN

Desde los inicios del cinematógrafo, gran parte de la producción norteamericana acude al western para situar a sus personajes en un espacio generalmente hostil y narrar unos argumentos que se desarrollan en torno a la figura del héroe.

Los años treinta y cuarenta fueron los de mayor esplendor; el número de películas sobre el oeste americano alcanzó sus cotas más elevadas y la popularidad alcanzada contribuyó a la consolidación de ciertos recursos visuales que lo definieron absolutamente.

Los más utilizados fueron:

  • EI héroe a caballo. Generalmente mostrado en la lejanía de los espacios desérticos, amplificando ciertos rasgos que le hacían sobresalir de un modo singular para dejar patente la valentía y dignidad del personaje.
  • EI enfrentamiento. El western no podía ser concebido sin conflictos personales. La lucha y el predominio de la fuerza entre el protagonista y el antagonista debía estar impreso. Entre los ejemplos más representativos a este respecto destacan el ataque indio a diligencias y/o caravanas o su enfrentamiento al ejército norteamericano. En Vera Cruz (1955), este enfrentamiento está protagonizado por dos grandes estrellas, Gary Cooper y Burt Lancaster y no solo queda expresado en la lucha cuerpo a cuerpo de ambos personajes, sino por las miradas encontradas de los dos actores.
  • Estampida. Otra de las peculiaridades especificas del género. Se trata de uno de los ingredientes más asiduos en sus argumentos, muchas veces enfocado como elemento desencadenante de la acción.
  • Vehículos: Caravana y diligencia. Los transportes del oeste americano se han erigido corno signos distintivos que consiguen expresar visualmente el género. La diligencia y Rio Rojo constituyen dos buenos ejemplos.
  • Pose romántica. Cuando el protagonista era una gran estrella o un popular galán siempre se reservaba un espacio para mostrarlo junto a su pareja, modo de insinuar una historia de amor.

EL CINE DE AVENTURAS

El cine de aventuras es un género que, al igual que el western, estaba destinado para atraer al público masculino. Las distribuidoras imponían que, en lo posible, sus afiches tuvieran dos o más modelos para un mismo film; uno estaba centrado en imágenes que denotaran acción, mientras que el otro se centraba en una historia romántica.

Se acudía a los tonos más abrasadores para colorear sus imágenes. Desde las producciones de los años treinta, como Beau Geste, hasta los sesenta, con Hatari!, los colores amarillos y naranjas eran los más utilizados.

El género estuvo colonizado por el star-system y sus actores fueron mostrados en su más galante heroicidad.

Sus componentes están formados por los iconos más típicos del género:

  • Espadas: El prisionero de Zenda (1952)
  • Armas de fuego: Orgullo de raza (1954)
  • Canoas: Tambores lejanos (1951)
  • Elementos selváticos: Hatari!

Uno de los carteles mejor elaborados fue El signo del zorro. En él, se conseguía transmitir el espíritu heroico y el tono aventurero de la historia. Atendiendo a sus contenidos visuales podemos señalar:

  • Poses forzadas que contribuyen a una mayor evidencia de la figura principal. La sensación de acción y movimiento están conseguidas plenamente en la imagen del héroe del antifaz en su actitud de ataque y en la postura adoptada que parece sobresalir del afiche.
  • El enfrentamiento a espadas entre el protagonista y el antagonista.
  • El motivo romántico.
  • La propia espada que empuña la figura central, cuyo extremo afilado marca la superficie con el famoso signo que hizo legendario al popular personaje: “Z”.

Con la llegada de las imágenes fotográficas, se produce un deterioro que se hace visible al degenerar sus imágenes en acciones que no consiguen transmitir su esencia argumental.

En los últimos años ha desaparecido la mayoría de los subgéneros que podrían agruparse en el cine de aventuras.

LA COMEDIA

Ha sido uno de los géneros que mejor ha sido representado en la cartelería, tal vez porque los resortes hayan sido muy expresivos. Los alegres y sonrientes rostros de sus protagonistas, las rotulaciones discordantes, las imágenes deformadas y las frases con sentido del humor eran signos extraordinariamente expresivos.

El recurso más usual era presentar a los protagonistas de forma caricaturesca, sobre todo si se trataba de una comedia o cuando el actor era conocido por sus dotes humorísticas, como los hermanos Marx o Mario Moreno, Cantinflas. En cambio cuando se trataba de un galán o una sensual actriz, salvo raras excepciones, jamás sería caricaturizada, sino que se recurría a retratos más sosegados que evitarían el riesgo a ser ridiculizada.

En el afiche de Historias de Filadelfia (1940), el diseñador huyó en todo momento de mostrar los rostros de sus protagonistas, tres grandes estrellas de Hollywod, mediante unos dibujos caricaturescos. El resultado final podría haber dado lugar a equívocos, ya que si las expresiones de Cary Grant y James Stewart encajaban en el contexto visual de la comedia, rasgos dichosos y seguros, el rostro de Katharine Hepburn posee un semblante eminentemente romántico. Las grandes estrellas exigían que las expresiones de sus rostros se alejaran de las connotaciones cómicas.

Otro signo de comicidad viene dado por la insinuación erótica de su personaje, generalmente el femenino. Sophia Loren en Matrimonio a la italiana y Pan, amor y... constituye una pequeña muestra del modo en el que se llegaba a la comicidad a través del erotismo.

A partir de los años setenta se acude a los fotomontajes y se elige para sus composiciones las consabidas actitudes y expresiones cómicas, como es el caso del pasquín de Poli de guardería (1990).

En los últimos años se ha perdido el uso de la caricatura, así como la libertad por imprimir mensajes escritos. Es extraño que sea precisamente en este género donde la aplicación del dibujo haya sido prácticamente desterrado de la fotocomposición. En cualquier caso, siempre existen excepciones y para concluir señalaremos solo El amor es perjudicial para la salud, cartel diseñado exclusivamente mediante las técnicas de aplicación a mano.

EL MELODRAMA

Fue el género por excelencia de la Edad de Oro del cine. A nivel popular era el más aclamado y reconocido, razón suficiente para que los productores cuidaran celosamente la publicidad de sus películas. Las composiciones utilizadas señalaban sus contenidos por medio de unos instrumentos ciertamente inequívocos:

  • Colores saturados, carentes de luminosidad y acompañados de sombras contrastadas.
  • Rigidez en el tratamiento de los títulos.
  • Sobriedad en los retratos de sus protagonistas. El melodrama estaba interpretado por grandes estrellas y sus rostros constituían el signo de mayor identidad. El semblante de Elizabeth Taylor en La gata sobre el tejado de zinc son reproducidos fielmente para no provocar equívocos.
  • Actitud de los personajes. Una pose dramática, sensual, una expresión que denote sufrimiento, soledad o pasión, serán las actitudes más recurrentes.


Dado que la historia era tan importante como los actores, para el diseño cartelístico se recurría a ciertos motivos gráficos, tales como la cubierta de un libro o página de un diario; el objetivo era recordar al público los orígenes literarios de la obra.

En los últimos años, el melodrama se ha infravalorado excesivamente y ha dejado de ser un género puro o, mejor dicho, se oculta bajo otras apariencias, mezclado con otros géneros más actuales, conducta que afecta a sus carteles en el abandono de las técnicas de antaño y sus referencias gráficas.

EL CINE HISTÓRICO

Género abierto que nunca fue utilizado totalmente puro. Los componentes históricos compartían características con otros géneros, casi siempre el melodrama o la aventura, motivo principal por el que apenas tenía distintivos propios que lo definieran. El cine histórico podía narrar historias de aventuras como Quoi Vadis (1951), Teresa de Jesús o Lawrence de Arabia (1964), pero sobre todo se refugiaba en el melodrama para hacer un repaso a la historia, como ocurría en La reina Cristina de Suecia o ¿Dónde vas Alfonso XII? (1958).

Los años cincuenta y sesenta constituyen su época dorada, todas las grandes estrellas que se tenían por tales interpretaron, al menos, una película de época. En muchas ocasiones, se trataba del subgénero bíblico, peplon o como vulgarmente se llamaban, películas de romanos, motivo por el que deberíamos hacer una división, sobre todo en estas dos décadas, del cine espectáculo y el auténticamente histórico:

  • Peplum: Ben-Hur, Rey de Reyes, Espartaco y Cleopatra.
  • Histórico: La reina Cristina de Suecia, La reina virgen y Teresa de Jesús.
En las últimas décadas del siglo XX cayó en desuso. Apenas se acude a él, a no ser que sea para remitirse a épocas muy recientes, sobre todo a la segunda guerra mundial.

EL CINE DE TERROR

Los años treinta y cuarenta fueron la época gloriosa del cine de terror, y la Universal, responsable de la mayoría de sus producciones, se benefició de tal modo que alcanzó la categoría de Major con ellas y le permitió rivalizar con otra multinacional que a principios de los cincuenta desaparecería, RKO. Tanto una como la otra, así como con las producciones de Val Newton, desarrollaron unos carteles de elevada calidad y de gran atracción para el público.

Se favorecían los colores ricos y variados complementados con tonos al pastel y la acuarela, así como sombríos motivos que eran exclusivos del género: rayos, murciélagos, arañas, calaveras, tumbas, cementerio, etc. En los títulos se utilizaba la rotulación manual, sin ningún tipo de letra específica, sistema que permitía textos desgarrados, como El ladrón de cadáveres o con formas fantasmagóricas de Dead of the night.

Los carteles de terror mantuvieron una línea estilística que influyó en otros géneros y en otras productoras como la Warner Bross.

El prestigio de los films de Newton se engrandecía gracias a las ilustraciones al pastel y la acuarela que solía realizar el dibujante William Rose, el cual promocionaba espléndidamente estos y otros costosos productos de Orson Welles o Alfred Hitchcock.

A partir de los años cincuenta, el género entra en declive y son muy escasas las nuevas producciones. Salvo el clásico francés Las diabólicas (1956), Psicosis (1960) y Los pájaros (1963), el resto de títulos podrían clasificarse dentro de la serie B.

En la actualidad el género es muy popular entre los espectadores más jóvenes, pero atraviesa por una etapa de crisis que afecta a su creatividad y originalidad. Son muy pocas, las cintas que pertenecen estrictamente al género de terror, y cuando lo hacen son de escasa calidad o de bajo presupuesto. Se ha intelectualizado demasiado y algunos de sus títulos podrían ser clasificados de estilizados y sofisticados, afirmación que muchos comparten en películas como Drácula de Bram Stoken (1992), Frankenstein de Mary Shelley (1996) o Mary Reilly (1997).

Entre los carteles de antaño y los actuales apenas existen lazos de unión. Aunque en Frankestein de Mary Shelley aparece la figura del monstruo, lo hace de forma más sutil, velada, como un personaje añadido que, eso sí, transmite cierto aire de misterio e inquietud. En el resto de carteles, puede entreverse cierta tendencia hacia la composición de múltiples elementos a favor de una sola imagen sobre fondo oscuro que impacte visualmente. Sin embargo, es conveniente resaltar algunas excepciones que mantienen ciertos rasgos con afiches de épocas anteriores como Drácula de Bram Stoker, con esa galería de personajes y gárgolas esculpidas en piedra.

Aún así, su cartelería ha entrado en un declive absoluto que hace muy difícil su recuperación, uniéndose a las últimas corrientes del fotomontaje y la composición informatizada.

EL CINE NEGRO

Nace como una continuación de las películas de gángsters. Warner Bross fue pionera en este tipo de largometrajes y su etapa de mayor esplendor la conoció en los años treinta. Por primera vez, el estilo de montaje fotográfico de imágenes en blanco y negro para ser entintadas posteriormente, contribuía favorablemente al género. La técnica se aplicó para realizar carteles tan significativos como: El enemigo público número uno (1934) y Contra el imperio del crimen (1935).

Pero no fue hasta la década siguiente cuando el subgénero de gángsters fue sustituido por el film-noir, más complejo, pesimista y profundo que su antecesor.

Las técnicas creativas aplicadas al naciente género podrían concretarse en:

  • Utilización de fondos tintados en azul y negro, acompañado de cierta nebulosidad. Como alternativa también se recurría a los verdes y rosas pálidos.
  • Composición formada por mujeres fatales y protagonistas que empuñaban armas de fuego.
  • Se otorgaba una gran importancia al rostro. Pocas eran las variaciones que se producían de un cartel a otro, ya que se utilizaban una serie de atrezzos que se harían comunes: cigarrillos en los labios, pistolas humeantes, gabardinas y miradas, como por ejemplo el cartel de El halcón maltés (1940). Su estructura y composición están apoyadas en las imágenes de los protagonistas: Bogart empuñando la pistola y Astor en actitud de mujer fatal. Las dos figuras se encuentran separadas y no se establece ninguna correlación entre ambos.
En los años cincuenta y sesenta el género negro conoce el color y los carteles reflejan este cambio de apariencia. Así los afiches de A quemarropa y Código del hampa poseen unas tonalidades más variadas y de mayor luminosidad.

Con la entrada de las últimas décadas, el thriller se convierte en un subgénero, el film-noir se desvanece y sobreviven muy pocos exponentes de él.

EL MUSICAL

El musical irrumpió con la llegada del cine sonoro, y lo hizo con enorme fuerza en las pantallas de todo el mundo. Sus carteles se esforzaron en plasmar el género a través de sus imágenes de tal modo que quedara absolutamente definido mediante su composición, favoreciendo la aparición de ciertas características concretas que se podrían definir en los siguientes apartados:

  • Diseño desordenado. Sus imágenes eran colocadas con aparente arbitrariedad. Su intención era transmitir una sensación cambiante, rítmica y de movimientos dotados de gran libertad.
  • Tratamientos arqueados u ondulados en los títulos y en los nombres de los actores. La idea era dotar de ritmo a todos sus componentes.
  • Signos visuales aderezados con diversos motivos, tales como pentagramas, juegos artificiales, coristas, confeti e ilusiones ópticas. Los protagonistas solían presentarse en diversas actitudes: cantando, nadando, bailando o, en el caso de los personajes secundarios, observando este divertimento desde un lateral de su superficie.
  • Cabezas flotantes. Los rostros decapitados, no exclusivo de este género, eran uno de los recursos más habituales para representar s sus estrellas más populares.
  • Otros signos visuales: champagne, burbujas, trajes de lentejuelas con tonos plateados y dorados como signo de lujo, la opulencia y la diversión.
Los directores artísticos e ilustradores de la MGM, Paramount y Columbia, tendían a primar los colores básicos y los tonos pastel, aunque de forma menos estridente que la RKO o la Twenty Century Fox.

A partir de los cincuenta continuaron con sus imágenes festivas en los carteles de Un americano en París (1950) y Cantando bajo la lluvia (1952).

Pero a finales de la década se inició una crisis que provocó, prácticamente la desaparición del género; el efecto más inmediato fue la transformación que sufrió su aspecto visual. Así, en el cartel de El último cuplé, su contenido ya no desprendía alegría y desenfado. Los musicales abandonaron, parcialmente el tono de comedia para situarse en otros géneros, más cercanos al melodrama, hecho que culminó con West side-story (1963), cuya composición estaba centrada en dos imágenes preferentemente: la pareja protagonista en dificultades para amarse mediante una reja de separación y la silueta de una pareja bailando como signo inequívoco del género.

Con la entrada de la siguiente década el musical desaparece, no obstante surgen, de manera esporádica, algunos títulos aislados, entre los que destacan obras de Bob Fosse, Cabaret (1972) y All that jazz (1979), así como otros títulos que constituyen versiones de viejos y prestigiosos títulos, como Ha nacido una estrella (1976).

EL CINE DE CIENCIA FICCIÓN

Existen dificultades para encontrar características comunes en los carteles de este género las primeras décadas del cine sonoro.

En contra de lo que eran los posters en las películas de terror, la promoción elaborada para los largometrajes de ciencia-ficción tendía a la policromía o a la dualidad tonal con objeto de transmitir la imagen del futuro. En sus ilustraciones se apreciaba también una cierta timidez en sus representaciones, hecho debido a la intensa postproducción de los efectos especiales cuando la tecnología todavía estaba en fase de experimentación. Sin fotografías disponibles, los ilustradores podían sentirse algo intimidados sobre los motivos a dibujar y el resultado final mostraba un futuro cauteloso y ambivalente.

A partir de los años cincuenta el género entró en un declive que hizo temer por su extinción, obligándole a refugiarse en las series televisivas con notable éxito. No es hasta finales de la década siguiente, cuando aparece la primera película de este género con un nivel de producción ambicioso, económico e intelectual. El film en cuestión es una obra maestra del realizador norteamericano Stanley Kubrick, 2001, una odisea en el espacio (1968), y con él MGM abrió paso a un género hasta entonces considerado menor; pero habría que esperar otra década para que se impusiera definitivamente como uno de los favoritos entre los espectadores de todo el mundo.

1977 fue el año en que fue posible la consolidación absoluta al irrumpir internacionalmente la primera entrega de la trilogía de George Lucas: La guerra de las galaxias, y recurrían a la figura del héroe que empuñaba un arma de fuego para protegerse de su antagonista.

EL CINE DE ANIMACIÓN

Aunque el género apareció con cierta prontitud no se consolidó como tal hasta que Walt Disney asumió sus creaciones cinematográficas.

Durante los años treinta y cuarenta, los estudios Disney eran los únicos que producían largometrajes de tales características, y los carteles se limitaban a presentar y difundir, sobre todo al público infantil, los famosos personajes, con unos diseños que tendían a la simplificación. El estilo impuesto ha perdurado hasta nuestros días y ha marcado las directrices generales que otras distribuidoras han aplicado fielmente en sus producciones.

En las siguientes décadas surgieron los primeros films del género para el público adulto. La industria cinematográfica mantuvo entre sus objetivos ampliar su horizonte en el tipo de espectadores hasta conseguir un gran abanico de prototipos que sobrepasaran la frontera de la infancia y la adolescencia.

Títulos como Tygra, Hielo y fuego y sobre todo El submarino amarillo (1967), consiguieron que el público adulto regresara al cine para ver este tipo de películas. Se repitieron los mismos esquemas de las décadas anteriores, aunque la reproducción de los personajes y las tonalidades cromáticas superasen con éxito notable los logros de antaño. Habría que hacer una excepción: El submarino amarillo. Su cartel produjo un efecto rompedor al no estar sometido visualmente a los esquemas del género. Su origen creativo procedía directamente de la portada del popular disco de Los Beatles.

En la última década del siglo XX se renuevan y enriquecen los films del género animado y es, precisamente, la casa Disney la que promueve dicho cambio.

Los afiches de La bella y la bestia (1991), El jorobado de Notre Dame (1995) y Pocahontas (1997) impactan de tal forma que, además de cumplir sus funciones publicitarias, se convierten en objetos de adornos en los hogares de todo el mundo.

De todos ellos el que más sorprendió fue el de La bella y la bestia. Las figuras que componen el cuadro están situadas y sugeridas en un ambiente etéreo y carmesí que ayuda al receptor para que se introduzca en un mundo de fantasía con una efectividad que no se había conseguido anteriormente.